OCTAVIO BASSÓ. ARGENTINO Y GUALDINEGRO

Una de esas historias que te hacen reencontrar la pasión por escribir en gualdinegro llega cuando Agustín, hermano de Octavio, nos envía un par de goles, saludos desde 10.000 kilometros y la confesión del delantero santaferino de su amor por el Barakaldo C.F. Al tiempo, el periodista y socio del Barakaldo C.F. Ander Garrido, desempolva un artículo fabricado en sus tiempos de universidad de la mano de los recuerdos una persona que le conoció bien, Iñaki Zurimendi y del propio atacante argentino. No podemos más que agradecer y publicar íntegramente ésta delicia de texto, El breve paso de Bassó por el club no hace más que alimentar el curioso viaje por el mundo del balonpié de un futbolista que dejó huella.

No creo que haya, en los tiempos que corren, ningún niño que admita que su sueño es ser jugador del Baraka, al igual que ningún chaval gallego dirá que su propósito en la vida es vestir la camiseta del Rápido de Bouzas o una chiquilla melillense quiera pisar La Espiguera vestida de corto antes de morir. Y en el caso de que  de estos tres supuestos llegara a ocurrir, recomiendo encarecidamente a los padres de esa criatura pedir cita en la consulta de un especialista lo antes posible. Sí admitiría que soñaran con jugar en el Olímpico de Roma, Stamford Bridge, el Parque de los Príncipes o Anfield. Incluso, qué cojones, debutar con el Athletic club de Bilbao, pero no con un equipo como el Barakaldo.

Aunque en los últimos años haya aflorado la idea de convertirse en youtuber o influencer (el típico flipado de toda la vida –en muchos casos–, pero con una cámara y conexión a Internet–siempre–), la más reciente encuesta anual publicada por la compañía de recursos humanos Adecco revela que casi uno de cada cinco niños españoles quiere ser futbolista. Y es un dato que no sorprende. De hecho, cuando son preguntados por su jefe ideal, contestan que quieren que sea Messi, Cristiano Ronaldo o Sergio Ramos. El día que se enteren que la mayoría de ellos son semianalfabetos y que defraudan a Hacienda será una risa. Y sí, es una generalidad y siempre hay excepciones, pero en el mundo del fútbol cada vez es más difícil salirse del estereotipo de peinados extravagantes y camisetas ceñidas. Filipe Luis, lateral del Atlético de Madrid y uno de estos jugadores diferentes, dijo en una entrevista publicada en El Mundo el 12 de octubre de 2017 que “los jóvenes creen que si van con un neceser de marca bajo el brazo, unas zapatillas de 400 euros y ocho tatuajes ya son estrellas”. Los deportistas en general —y los futbolistas en particular— no suelen salir de ese estándar. Y, por eso mismo, cuando aparecen historias que trascienden el típico patrón, merece la pena que alguien las saque a la luz.

descargaOctavio Bassó (Santa Fe, 1983) fue el tercer argentino que vistió la zamarra del Baraka. Antes lo habían hecho Cioffi (marcó dos goles durante la temporada 78-79) y Osvaldo (durante la 80-81); después de él llegó Comini. Bassó fue oficialmente presentado por el expresidente Miguel Acero ante los medios de comunicación el 10 de enero de 2006. El jugador, que llegó procedente del Atlético Unión de Santa Fe, había salido de su ciudad natal a 40 grados y declaró tiritando durante aquella noche invernal que “con las ganas de jugar se superarán todas estas dificultades”. Ahora, más de diez años después, admite –con una pausa que enmudece al interlocutor–que recuerda ese acto con mucho cariño: “Cuando me puse la ropa para dar unos toques al balón tenía las piernas moradas del frío. Sufrí bastante durante los primeros días”. Pese a ello, reconoce una rápida adaptación a su nueva vida. “Me integré pronto a ese grupo y al club porque me acobijaron muy bien”, añade.

Aunque esa fuera su presentación en sociedad con la gualdinegra, no era la primera vez que el joven delantero estuvo cerca de pisar el Campo de Fútbol de Lasesarre, que en aquellos días ni siquiera había cumplido los veintitrés. Durante el verano de 2005 y con 22 años, Iñaki Zurimendi le quiso reclutar para el club en plena pretemporada con el equipo, pero por distintas razones no se dio. “Por algunas cuestiones que tenían que ver con mi situación contractual con Unión no pudo hacerse el fichaje por el Barakaldo y, bueno… tuve que esperar unos seis meses”, comenta algo resignado. El técnico sonríe orgulloso cuando se le recuerda el nombre de un jugador que, aunque no figure en demasiados episodios de los libros de historia del club, dejó un gran recuerdo. Se sorprende, incluso, cuando le cuento que tengo concertada una entrevista con él al día siguiente. “¡Claro que me acuerdo, si lo fiché yo!”, dice el de Alonsotegui con el tono dicharachero que le caracteriza. “Era un jugador muy trabajador, un chico muy simpático y un gran compañero. Fue una pena que no estuviera con nosotros desde el principio”.

La realidad es que ese no era su primer fichaje frustrado con un club extranjero. Con 19 años, decidió, al igual que muchos otros jugadores latinoamericanos, participar en un campus de futbolistas en el sur de Italia que podía servir de escaparate para muchos jóvenes. Tras esa prueba que pudo haberse convertido en la parrilla de salida para una prometedora carrera, el Associazione Calcio Venezia (actualmente Venezia Football Club) de la Serie B se fijó en él y en algunos de sus compatriotas. Conocedor de que podía acabar firmando por un club transalpino y de la política de jugadores extranjeros que podían aceptar los equipos, ya había iniciado en Argentina los trámites para nacionalizarse español antes de partir hacia Europa, de manera que en ningún caso iba a ocupar una ficha de extracomunitario, por la que se pelean –siempre metafóricamente hablando– los jóvenes. De hecho, el conjunto arancioneroverdi que acabó en vigésima posición aquella temporada tenía un total de seis jugadores sudamericanos (cinco argentinos y un brasileño) en su plantilla. Pero la burocracia le jugó una mala pasada. Su representante le llevó hasta Venecia tras haber dicho a los dirigentes de la entidad que el pasaporte estaba en regla sin esperar a que terminaran las gestiones, y por eso mismo comenzó la pretemporada con el equipo. Por desgracia para Bassó, el plazo de fichajes se cerró sin que se pudiera completar el proceso que le haría español, por lo que tuvo que volverse a Santa Fe de vacío al no quedar fichas libres.

Más tarde llegaría su debut con el primer equipo de Unión el 15 de agosto de 2004 que el diario El Litoral de Santa Fe destacaba así: “Bassó se mostró muy participativo, sobre todo para colaborar en el juego aéreo defensivo haciendo pesar su 1,91 metros de altura. No desentonó y ratificó que es un jugador para tener en cuenta”.

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Bassó con la rojiblanca del «Tate» Unión de Santa Fé  https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/149303-el-jugador-de-union-que-quiso-ser-sicologo-y-actor-la-historia-de-octavio-basso.html

Ahí estaba, un par de temporadas después de su primer intento por recalar en un club europeo, muerto de frío en Lasesarre tras firmar, por fin, su contrato. Lo curioso es que pronto descubriréis que esa no era su ambición real en la vida. Ni mucho menos. Ha pasado más de una década desde aquella presentación en la que prometió “romperse en la cancha” y todavía es capaz de recitar de memoria casi la totalidad del plantel de aquella temporada 2005-2006 que terminó, como él mismo recuerda, con un agónico partido frente a la Real Sociedad B a domicilio que certificó la permanencia por un solo punto (el filial txuriurdin terminó segundo tras el Salamanca). “Iñaki Zurimendi, del que guardo un gran recuerdo, el fisio Santi Campa, que me dio una mano enorme cuando estuve allá, Fernando –el utilero– […], Joseba del Olmo, Urbano, Unai Alba, Armendariz, me acuerdo de Jon Altuna, de Joseba Iglesias, de Lombraña, de Isaac Cortés –duda un poco pero acierta–, de Álex Hernandez, que era lateral derecho…”.“Era un vestuario tranquilo, unido. Por lo general y a pesar de lo que se estaba viviendo, reinaba el buen clima. Entendíamos hacia dónde tenían que apuntar todas las ideas, todas las ganas, toda la motivación… Mucho tuvieron que ver jugadores como Urbano, Unai Alba o Armendariz”, dice.

Algunos aficionados con buena memoria todavía recuerdan –y gracias a ellos lo sé yo, que por entonces tenía diez años– el doblete que metió el argentino en Zalla para remontar en el descuento (empató en el 91’ y metió el gol de la victoria en el 94’, llevando el delirio a la vieja tribuna en la que un centenar de aficionados aurinegros se agolpaban en Landaberri) o su absurda expulsión en un partido frente al Burgos tras marcar uno de los goles que daba la victoria al equipo por 3-1. Tras anotar, Bassó se dirigió a un padre y su hija, argentinos y aficionados al Barakaldo como los que más, para abrazarlos y dedicarles el gol. “El juez me dijo que estaba poniendo en riesgo la seguridad de la grada y me sacó la segunda amarilla”, cuenta. El hecho es que el club recurrió esa amonestación aportando vídeo de lo ocurrido y se la retiraron, por lo que pudo jugar el siguiente partido.“El partido de Zalla nos dio el aire, el respiro y la fuerza para poder dar el último empujón hacia la salvación. Y la del Burgos es una historia muy linda y muy triste, porque la pequeña me había pedido que le dedicara un gol. Me expulsaron y no lo comprendí”. Me sorprende el grado de exactitud con el que cuenta estas anécdotas, que admite recordar “con mucha simpatía y con mucha nostalgia”.

DOS GOLAZOS DE BASSÓ, ANTE EL BURGOS C.F. Y EL DEL DESCUENTO EN ZALLA

Y no exagera. Aquel año solo se pudo respirar con alivio el 28 de mayo, una vez terminada la trigésimo octava jornada. Después de pasar la mayoría de fechas en zona de descenso, un gol de Joseba del Olmo certificaba la permanencia en Anoeta, a donde viajaron cientos de aficionados que una vez finalizado el partido esperaron a los jugadores para un último saludo. Al final descendieron Zalla, Portugalete, Alavés B, Durango y Amurrio. “Nos saludaban y nos agradecían el esfuerzo que hicimos por mantener la categoría y la dignidad del club en esa pelea por la Segunda B. Es un recuerdo muy grato que guardo en mi memoria, fue un momento muy hermoso”, recuerda ahora. “A día de hoy se me pone la piel de gallina al recordarlo”

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Bassó despidiéndose de la afición en su último partido con el Baraka.                        Anoeta (28/05/06)  Foto:CanalBarakaldo

Pero ninguna de esas dos son comparables, según Zurimendi, a su favorita. Le recuerda como un gran trabajador y un gran jugador, pero, sobre todo, como alguien “muy maduro”. En sus primeros partidos, quizá por los nervios de querer demostrar toda su valía o simplemente por su forma de ser, el técnico le veía como alguien “impulsivo, que podía dejar en cualquier momento al equipo con un jugador menos por cualquier tontería”. Y en la situación que estaba el equipo, no era algo que podía ocurrir. Por eso mismo, en el descanso de un partido en Lasesarre –“Me acuerdo incluso del sitio exacto del vestuario en el que tuvimos esa conversación”, me dice Iñaki–, apartó a Bassó para decirle que se calmara porque el nerviosismo que mostraba podía jugarle una mala pasada. “Profe, usted tranquilo”, le dijo Octavio. Zurito me relata imitando el acento argentino una de las charlas más surrealistas que ha tenido nunca con un jugador: “Cuando yo salgo a la cancha –le suelta Octavio–, busco al más tonto y, cuando lo busco, lo encuentro. En todos los equipos hay un tonto, no se preocupe”. “Te puedo asegurar que las dos veces que buscó las cosquillas al rival, el que se fue expulsado no fue Bassó. La madre que me parió. Era más veterano que los de treintaytantos”.

Tras seis buenos meses en el pueblo y una vez terminada la temporada, Bassó decidió tomar una decisión que cambiaría su vida a partir de ese momento: dejar el fútbol de manera inmediata. Su lesión –sufría una triple operación de ligamentos en la rodilla derecha desde varios años antes– y sobre todo sus ganas de formarse como sicólogo, que en realidad era su meta en la vida, le pudieron. Un futbolista que lo deja todo por empezar a estudiar. Lo relata así: “Cuando estaba en el Baraka, cada vez fue más fuerte el deseo de poder continuar mi formación en otros aspectos. El deseo de convertirme en sicólogo hacía rato que me venía dando vueltas y tenía muchas ganas de formalizar ese deseo. Cuando regresé a Argentina de vacaciones me entraron las dudas e incluso intenté compaginarlo, pero no pude. El ritmo itinerante del fútbol no me dejó”. Un futbolista que cuelga las botas para coger un libro. Se me podrían ocurrir miles de bromas, pero no puedo hacerlas. No me salen. Se sacó la carrera en cinco años y actualmente ejerce en la Defensoría del Pueblo de Santa Fe, un organismo del Estado, atendiendo a mujeres y niños víctimas de violencia. También tiene una consultoría privada, ha publicado el ensayo sociológico Ruta crítica: trayectoria de mujeres en situación de violencia y expone en congresos de sicoanálisis.

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Bassó en una reciente obra teatral

El teatro también es parte de su vida: ha participado y escrito varias obras que se han representado en grandes salas. Y creo que, después de todo, es un hombre feliz. Muchos de nosotros hubiéramos firmado por dedicarnos a jugar al fútbol y vivir de ello, pero él decidió hacerse a un lado para seguir su sueño, que no era otro que estudiar y dedicarse a la sicología. Por eso mismo, lo único que espero es que ese especialista al que deben visitar los niños que sueñen con jugar en Lasesarre o en cualquier campo de equipo desgraciado de puntos indeterminados de la geografía española, sea alguien como Octavio. Más como él, por favor.

ANDER GARRIDO

«ROCKY» LICERANZU: «El estruendo de la vieja tribuna «acojonaba» al contrario»

Hubo un tiempo en que el Athletic enviaba a sus mejores cachorros a Lasesarre para que terminaran de afilar sus garras. Por el viejo estadio barakaldés, entre otros muchos, desfilaron los Oñaederra, Otaolea, Madariaga, Dani, Bengoetxea, Sarabia o nuestro protagonista, Íñigo Liceranzu, un magnífico exponente de aquella camada que tantos éxitos dio a los rojiblancos allá por los años 80. Un cuarto de siglo después, Rocky también tuvo la oportunidad de entrenar a nuestro equipo durante algo más de dos temporadas.

Comenzando por tu etapa de jugador, tú llegas al Barakaldo la temporada 80-81 cedido por el Athletic.
Sí, después de realizar la pretemporada en el Athletic con Helmut Senekowitsch, no me ven posibilidad de jugar aquella temporada. Tenía por delante a centrales como Guisasola, Andoni Goikoetxea o Purroy, así que llego a finales de agosto y debuto en el Torneo de La Galleta, un “clásico” que entonces el Barakaldo jugaba todos los años.

En un equipo en el que jugabas en el centro de la defensa junto con Carmelo.
…y con Irusta, también procedente de Lezama aunque mayor que yo. Jugué todos los partidos y todos los minutos; solo me perdí un partido por acumulación de tarjetas ante el Cádiz en el Ramón de Carranza. Jugué todos los minutos de los otros 37 restantes

Iñigo Liceranzu. Gol en Lasesarre Barakaldo C.F. 1980
19-10-1980. Liceranzu marcando su único gol como gualdinegro en un Baracaldo C.F. – Cádiz C.F. (2-0)

Aquella temporada hicistéis una primera vuelta muy aceptable con un Txiki Sainz que la acaba como máximo goleador de la categoría, pero que en cuanto empiezan a faltar sus goles, el equipo se viene abajo.
La verdad es que no sé muy bien las razones, porque no tuvimos un lesionado de larga duración. El fútbol muchas veces es inexplicable. Había una plantilla muy maja, ocho o nueve jugábamos casi siempre y creo recordar que entonces había que alinear a dos sub-20, una “patochada” que se le ocurrió a algún iluminado con la intención de rejuvenecer la 2ª división. Yo no lo era, tenía 21 años; estaban Zamorita, Uribe y Castander (también Teo Rastrojo, N. del A.). Teníamos un equipo que estaba bien para la categoría; no para hacer lo que tres años antes habían conseguido los Bengoetxea y Sarabia, cuando se estuvo a punto de subir, pero no para bajar.

En el banquillo Carmelo Cedrún, que a falta de cinco jornadas fue sustituido por Mané, un novato en la categoría.
Cuando llegó Mané aún había posibilidades de salvación, pero es muy poco tiempo para hacer algo. El nivel de aquel equipo no era para haber bajado, pero fuera sacamos muy pocos puntos. Yo creo que con Mané el equipo era un poco más estable. Con Carmelo Cedrún eramos una caja de sorpresas, podíamos ganar como nos podían ganar.

Del buen nivel en determinados momentos de aquella temporada, da buena cuenta la victoria en Lasesarre por 2-0 en la jornada 11 ante el Castellón, que llegaba invicto y que acabó ascendiendo y como campeón.
Recuerdo aquel partido porque Carmelo Cedrún me dice antes de empezar: “anule usted a Planelles”. Planelles era la figura del Castellón, un hombre que había jugado muchos años en primera división. ¿Cuál era el problema? Que Planelles era medio, con lo que estuve todo el partido en el medio campo, pero, eso sí, Planelles no la tocó. Yo, nada, pero él, tampoco.

Por cierto una de las imágenes más escalofriantes que recuerdo de aquella temporada fue un choque “cabeza con cabeza” con el malacitano Filgueira en Lasesarre.
Sí, recuerdo que la jugada fue al lado de los banquillos. Yo iba a por el balón, se metió él por delante, llegó antes que yo, y el cabezazo que iba a dar al balón se lo pego a él. Ambos acabamos sangrando, pero él, peor parado, ya que estuvo un par de días ingresado en Cruces con conmoción cerebral.

Y de aquella temporada es obligado recordar la eliminatoria de Copa del Rey de tercera ronda en la que os enfrentáis al Barcelona, a la postre campeón del torneo.
En esa eliminatoria fue al revés que en la liga: fallamos en casa, porque en el Nou Camp hicimos un partidazo. En Lasesarre la clave fue el danés Simonsen, nos volvió locos en la banda derecha. En el Nou Camp hicimos lo que pudimos, pero pesó mucho el 0-2 de la ida en Lasesarre; lo que hicimos fue echarle garra y amor propio, por eso empatamos a uno y dejamos muy buena sensación, aunque yo hubiera preferido que fuera al revés: perder 2-0 en Barcelona y en casa, al menos, haber sacado un empate para que los aficionados se fueran contentos.

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21-1-1981. Rocky Liceranzu defendiendo la zamarra del Barakaldo en el Nou camp

Alguna anécdota de aquella campaña
Recuerdo que antes de los partidos tenía la costumbre de tomar un bitter, el míster me veía hacerlo. En una ocasión que no lo tomé me dijo: “oiga, usted no se ha tomado el bitter, ¿cómo vamos a ganar así?”. Y es que Carmelo Cedrún era muy supersticioso. En el mundo del fútbol hay muchas manías: la mía era la de ser el último del once inicial en pisar el césped.

¿Mantienes contacto con aquella plantilla?
Muy poco. De los de Barakaldo, cuando he estado allí he visto a Juan Carlos o Manolo. Hace varios años estuve con Jon Agirrebengoa en Mungia. Alguna vez he coincidido en Lezama con Ángel Iturregi, y también me he encontrado con Sebas, mi pareja de mus en los viajes.

¿Consideras que el Barakaldo fue importante en tu evolución posterior como jugador?
Lo fue. Primero, porque jugué en una categoría superior a la que lo había hecho hasta entonces, 2ªB con el Bilbao Athletic. En segundo lugar, porque me sirvió para que los técnicos de Lezama ratificaran que si en 2ªB iba sobrado, en 2ªA, también. Jugué todo lo que pude y la federación me permitió; solo me perdí un partido por acumulación de tarjetas. El resto, todo y todos los minutos.

Por cierto, en aquella época era muy habitual que el Athletic enviara jugadores a “curtirse” a Lasesarre. Sin ir más lejos, en el equipo campeón de las ligas 82-83 y 83-84 estabáis Dani, Sarabia y tú, que habíais jugado en el Barakaldo.
Sigue habiendo cesiones; de hecho, yo cuando estuve entrenando tuve a Jon Vélez y Moya como cedidos. ¿Qué es lo que ocurre? Que el Barakaldo no está en 2ªA; si lo estuviera estoy convencido de que habría 3 o 4 jugadores cedidos todos los años, y no de los que salen de Bilbao Athletic o Baskonia, sino de aquellos a quienes no se ve aún posibilidad de jugar en primera, pero que pueden estar en segunda.

Barakaldo C.f. Rayo Vallecano 1981
8-2-1981. A.D. Rayo Vallecano-Baracaldo C.F. (3-1) Santamaría, Juan Carlos, Carmelo, Rastrojo, Dueñas, Juan Ángel, Liceranzu (de pie). Manolo, Sainz, Iturregui, Uribe (agachados).

EL BANQUILLO DE LASESARRE
Rocky Liceranzu entrenador Barakaldo C.FTras dos décadas y media, en la temporada 2005-06 vuelves al Barakaldo, pero al banquillo. A falta de ocho jornadas, para sustituir a Iñaki Zurimendi, cesado tras una derrota en Portugalete por 2-1, y en una situación ciertamente complicada.
Juegan por la mañana. Yo estaba en Mendizorroza viendo un partido del Alavés y recibo unas llamada del presidente Miguel Acero para decirme que estaban reunidos y que querían estar conmigo. Quedamos aquella noche y en menos de media hora llegamos a un acuerdo. El Barakaldo tenía muy buen equipo y yo tenía la ventaja de que conocía a casi toda la plantilla y a muchos de ellos los había tenido en el Amurrio.

El equipo se salva de promoción y descenso en la última jornada tras una victoria por 0-1 ante la Real B con gol de Joseba Del Olmo.
De los ocho partidos restantes, tuvimos que ganar cinco, lo cual no está nada mal. Recuerdo que en aquel partido ante la Real B que, por cierto, ya se había metido en el play-off, metí en el equipo a gente veterana como Armendariz y Galder, porque creo que es lo que hacía falta en esa situación. De aquel equipo, el único fijo era el lateral izquierdo Txiki Lombraña, cuya titularidad yo ya anunciaba en el entrenamiento del jueves. Recuerdo que en mi primer partido contra el Real Unión, que perdimos por 0-1 en Lasesarre, fue expulsado: me pidió perdón varias veces; a la tercera tuve que decirle que no le diera más vueltas y dejara de pensar en ello.

Continúas la siguiente temporada, en la que hay una renovación casi absoluta de la plantilla.
Entre otros, llegan jugadores como Cerro, Álvaro o Solaun, a quienes yo había entrenado en el Amurrio, Moya y Jon Vélez, cedidos del Athletic, o Ibai Rejas, un jugador muy polivalente a quien yo ya había visto con 18 años en el Aurrera de Vitoria y me había impresionado por su rapidez.

Se termina la temporada en sexto lugar. ¿Lo consideraste un éxito o un relativo fracaso?
Para mí, aquella temporada ocurre algo muy importante y es que a mitad de temporada nos quedamos sin Unai Alba, que ficha por el Athletic y llega Iago Herrerín, aún muy joven. Ese cambio fue muy importante, vital, ya que Unai era el mejor portero de la categoría y, probablemente, nos hubiera dado esos dos puntos que nos faltaron para entrar en el play-off. No obstante, creo que fue una temporada mejorable, porque también teníamos a Jon Velez, un Ferrari, rapidísimo, el mejor punta de la categoría.

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IÑIGO LICERANZU, más de dos temporadas en el banquillo de Lasesarre

…y en Lasesarre comienzas a ganarte fama de “amarrategui”.
El público decía que lo era, pero el caso es que hicimos bastantes goles, y eso que entonces aún no había la cultura que hay hoy en día de defender con el balón, con la posesión. Cuando no lo tienes, habrá que defender. Recuerdo que en defensa tenía un pilar, que era el jefe, Javi Cerro, rápido y que, sin ser muy alto, iba muy bien por arriba, disciplinado e inteligente. Si le decías, “ese no tiene que tocarla”, no la tocaba; tenía unas cualidades físicas enormes.

La siguiente temporada, vuelta a empezar: muchas bajas y muchas altas.
Hay que rehacer. Ahí es cuando llegan Kali Garrido, Huegún o Rebollo, un hombre que había empezado a jugar al fútbol muy tarde, pero que tenía una técnica espectacular. También llegan Koldo Garcés del Sestao y Antxon Muneta del Zalla. Teníamos dos laterales como Urbano, que arriba te daba lo justito, pero que atrás era inconmensurable, y por la izquierda Lombraña: los que jugaban por delante de él tenían la orden de que cuando pasaba “el expreso”, ellos hacia dentro, dejándole sitio, y luego balón por delante, a la carrera porque Txiki, con el balón en los pies, era algo torpe, pero si se lo dabas en carrera era capaz de ponerla muy bien. Eso, a la parte derecha del equipo contrario la mataba; basculábamos hacia ese lado. Y tampoco me quiero olvidar de Isidro, un jugador al que había traído la temporada anterior tras hablar con Raúl Otxoa, a quien había tenido en el Amurrio, y que había sido compañero suyo en el Chaves portugués. Me dice que lo lleve a ojos cerrados, aunque ya tenía 35 años. No jugaba mucho de inicio, pero prácticamente entraba en todos los encuentros. Leía muy bien los partidos: si íbamos 0-0 y había que acelerar el partido, él lo aceleraba; si lo sacaba con 2-0 a favor, y había que templarlo, él lo templaba. Un jugador veterano, de esos que saben lo que hay que hacer en cada momento y que, además, en las jugadas a balón parado, la ponía muy bien.

No obstante, la temporada llevaba camino de ser gris, hasta que enlazáis seis victorias seguidas, entre las jornadas 19 y 24, que os meten arriba.
Sí. Fuimos de menos a más y cuando llegamos a las últimas jornadas, estábamos que nos salíamos. Como empieces muy fuerte y llegues al final fundido, no tienes ninguna posibilidad. Al principio no apretábamos tanto, para llegar al final como llegamos.

Y llegamos vivos al partido de Ponferrada en la última jornada. Y lo ganamos…
Tuvimos la suerte de que la Ponferradina no se jugaba nada, ya habían quedado campeones de grupo. Por eso, aunque se pusieron 2-1, siguieron jugando abiertos; de hecho, hay un mano a mano con Xabi Pascual, que al final la salva, que podía haber sido el 3-1. Luego, dos goles de Germán Beltrán, que había salido desde el banquillo, nos dieron la victoria y la clasificación.

Y al play-off. Contra el Girona.
La ida, en Lasesarre, fue un monólogo. Si hubiera tenido que ganar alguien, teníamos que haber sido nosotros, pero no ganamos porque no acertamos. Nos fuimos con el mejor empate posible y había sensación de que podíamos. Allí la tuvimos, con el penalty fallado por Beltrán, que hubiera sido el empate a uno pero no lo metimos.

¿Diste el objetivo de la temporada por cumplido o crees que se podía haber subido?
Estuve una semana que no sabía ni donde estaba, porque el disgusto que me llevé fue de los gordos. Yo veía que ese año, esa plantilla podía subir; además, físicamente, estaban en unas condiciones muy buenas. Era el momento y, además, lo tuvimos en las manos.

Por cierto Íñigo, ¿Beltrán era tan decisivo como nos parecía a todos?
Beltrán era el gol. Recuerdo un partido en Las Gaunas contra el CD Logroñés, épico. Estábamos aguantando el 0-0 pero nos estaban llegando; de pronto, coge Germán un balón por banda, dribla a uno y se la mete al portero por el palo contrario: 0-1 y se acabó el partido. Decisivo.

Es obligado preguntarte por el affaire Rob Davies.
Simplemente se enfadó porque no jugaba. Recuerdo un partido de Copa contra el Mirandés, que se decidió a penaltys. Él fue uno de los que lanzó: le pegó duro y lo metió; a continuación, me viene y me dice: “¿Lo he hecho bien?¿Te gusta cómo lo he tirado?”, y ya ahí me dije, “este está enfadado”. Al poco tiempo desaparece, pero yo no dije en ningún momento que se fuera, de hecho, entraba en esos 20-21 jugadores con los que yo contaba, pero se fue él.

Pese a alcanzar el play-off, no continúas en el banquillo gualdinegro.
Creo que fue en la jornada 26, no recuerdo contra quién jugábamos, el público comienza a meterse con el equipo y yo lo que digo en la rueda de prensa es que el público no se preocupe y que anime a los jugadores, que yo al final de temporada me voy. Si no estaban contentos, yo tenía claro que me marchaba, por lo que lo único que hice fue cumplir con la palabra dada. Hubo muchos que me dijeron que me tenía que haber quedado, que podríamos haber conseguido el ascenso la temporada siguiente, pero tal y como estaba el público era muy difícil, porque desde el minuto uno ya estabann pitando. Y yo decía, no les pitéis porque les influye y si queremos obtener los resultados, esto no nos va a ayudar mucho; si el problema soy yo, me voy.

¿Consideras que el público de Lasesarre fue excesivamente crítico contigo?
No, si el ser crítico conmigo está bien. El problema es que lo estaba pagando el equipo, se ponía nervioso y no jugábamos bien.liceranzu historico barakaldo cf

¿Crees que los aficionados barakaldeses somos demasiado exigentes?
Si estás en 2ªB, tienes que ser consciente de que estás ahí y no vas a tener jugadores de 2ªA. Este año, creo que tiene un delantero de 2ªA como es Vitoria. Si no estás de acuerdo con el entrenador, espera al final y pitas al entrenador, pero no pites al equipo.
¿Volverías a entrenar al Barakaldo?
Sí, pese a que Barakaldo es un sitio complicadito. Yo estuve más de dos años, pero es muy difícil, hay mucha tensión.

UN FÚTBOL DISTINTO
¿Ves muchas diferencias entre el fútbol vizcaíno de antes y el actual?
¡Hombre! Desde el momento en que han cambiado los campos, que ahora son de hierba artificial, es evidente que las hay. Nosotros, de chavales, jugábamos en arena o barro, donde no se podía jugar igual que en hierba artificial; el tipo de jugador que salía de ahí es muy diferente al que sale ahora que, técnicamente, es mejor, pero en cuanto a fuerza, velocidad, garra y ganas, yo creo que eran mayores antes, al llevar desde niños peleando contra más obstáculos que ahora. ¡Ojo! No porque fuéramos unos fenómenos.

¿No crees que el Athletic es demasiado absorbente a nivel del fútbol en Bizkaia?
Yo creo que si el Barakaldo estuviera en 2ªA, iría más gente a Lasesarre. El Athletic, además, le ayudaría más con jugadores, por pura conveniencia. No es solo que esté el Athletic, porque hay sitio para un Barakaldo en 2ªA, pero si no has estado en esa categoría desde 1981 no es porque el Athletic esté al lado: mírate a ti mismo, porque algo has hecho mal.

Por último, has jugado en tres estadios míticos: Anfield…
Lo que más me llamó la atención de Anfield es que no tenía vallas, cuando aquí, en aquella época las había. De aquella eliminatoria recuerdo que el Liverpool, que fue el campeón de esa edición de la Copa de Europa, tenía un equipazo. Te diré que solo una vez me han dado calambres en un partido y fue contra el Liverpool, de lo que te hacía trabajar Ian Rush, estaba continuamente moviéndose.

…el viejo San Mamés…
El viejo San Mamés…Me llevé un disgusto cuando lo tiraron. De hecho, no he ido al nuevo hasta la temporada pasada contra el Sevilla; no tenía ganas, me daba cosa…El nuevo es un campo para el futuro, pero el viejo tenía el sabor tradicional.

…y el viejo Lasesarre.
Sobre todo, recuerdo el estruendo de la vieja tribuna de madera: a nosotros nos tiraba para arriba y al contrario lo tiraba para abajo, lo acojonaba. Yo estuve un año que, en lo deportivo no fue bueno a nivel general, aunque sí en lo particular. Hice buenos amigos allí, había una buena plantilla: Juan Carlos, Manolo, Agirrebengoa, Iturregi, Sebas, Carlos o Juan Ángel que, recuerdo, tenía un restaurante en Kareaga al que íbamos a comer. Fue divertido.

EL ZURDO PARA HISTÓRICO BARAKALDO C.F.

 

PUERTO LUMBRERAS

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Entrada del histórico del Águilas C.F. – Barakaldo C.F.

Suena el móvil. Es Unai, lo cojo. -Oye Aitor! ¿Tú te acuerdas bien de lo de Águilas? –Joder Unai, como no me voy a acordar!! –No, de lo del bus y todo eso… Fue oírlo y esbozar una sonrisa que me cubrió toda la cara como me ocurría en todas las ocasiones que se lo había contado. No era necesario que habláramos más. Ya intuía lo que me iba a pedir. Será una gozada revivir y volver a narrar las peripecias del último viaje con el Baraka en Tercera tal y como de forma exagerada yo las recuerdo. Acompañarme y subamos juntos el Puerto Lumbreras una vez más.

El sábado ya me desperté inquieto. Tenía que ser de esos días de siesta obligatoria. Y no porque un largo viaje nocturno esperaba, que también, sino porque se adivinaba muy larga la espera hasta las diez de la noche, hora programada para la salida del bus. Sabía que algunos terribles gualdinegros ya estaban disfrutando de las fabulosas playas de la costa cálida y eso aumentaba los deseos de llegar a destino. Buff..era mucho tema echar todo el finde fuera de casa y los 55 inscritos nos montamos salerosos en el autobús del ascenso. La gente fue acudiendo al lugar de siempre con los rituales acostumbrados; saludos, nervios, abrazos, el piscolabis en el bar de al lado y los dos o tres que siempre llegan tarde retrasando la salida ganándose el aplauso irónico del resto de la expedición.

Las primeras horas de un desplazamiento tan largo son excitantes. Las conversaciones giran y se cruzan de un lado a otro sin piedad… kurrelo, familia, la vida, la tensión de la espera, fútbol, mucho fútbol, la Eurocopa, que justo en ese momento atravesaba sus fases finales, pero sobre todo el rarísimo partido de la ida disputado siete días antes y donde ocurrió de todo, el resultado de 0-0 que llevábamos en la mochila adornado con todos sus tópicos (no es malo del todo, si marcas tienes muchas opciones…)… Llega la primera parada, cae la noche cerrada, algunos duermen, otros siguen hablando.

Mentiría si asegurase que recuerdo aquellas charlas pero sí que tengo la sensación de buen rollo y pasarlo bien. No dormí. No pude. Las cuatro horas de supersiesta, los nervios y el red bull que me tomé por si acaso actuaron como eficaz bálsamo anti-sueño. Y así pasaba la noche hasta que pronto, muy pronto apareció Lorenzo. A las 7 estaba atizando cosa mala. Brutal. La gente se despertaba y primeros cánticos. Estábamos llegando. Los chicos cada vez más animados, la gente no aguantaba en el asiento, más calor, más cánticos. Genial. Pasamos Lorca y las señales de la carretera nos lo chivaban. La autopista se bifurca. Águilas 30 km. Perfecto.

Y en esto, algo ocurrió. El viaje se empezó a torcer de igual forma que torció el bus en un inexplicable volantazo a la derecha que nos cambia la dirección. Cesan los cánticos. Más calor. La peña primero se mira extrañada y luego miran flipando a través de las lunas del autobús del ascenso. Se divisa otra señal. Puerto Lumbreras 15 km. Sin haber escudriñado ningún mapa la cosa ya era muy rara y enseguida se oyó un “éste se ha confundido” “¿porque cojones ha cogido esa salida?” y el clásico por aquí no es. Y subimos el puerto, y seguimos subiendo. La incomodidad y desasosiego de la situación nos imposibilitaron disfrutar de la mas que segura preciosa panorámica del paraje.
Calor, agobio, mosqueo, mucho calor. Llevábamos 10 horas de viaje y no estábamos para bromas. Era penoso pensar que nos encontrábamos a punto de llegar y ya casi nos llegaba el olor del lunch que nos tenían preparado en el hotel de los jugadores. La intención era arribar allí, estar con ellos, desayunar, darles ánimos, joder, iba a estar de puta madre. Pero no, ahí nos ves remontando el mítico Puerto Lumbreras para girar 30 km hacia atrás casi hasta Lorca y volver a coger la autovía dirección Águilas.

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Nueva ruta abierta. Barakaldo – Águilas rodeando puerto lumbreras

Bueno, ya pasó. Casi una hora perdida pero bueno. Seguimos. Otra vez la señal de Águilas 30 km. Seguir autovía dirección Águilas. Fácil. Íbamos apurados pero igual llegábamos. Y ocurrió. Se juntaron los astros en la posición adecuada y en uno de los actos más absurdos que hayamos visto en nuestra puta vida el chófer vuelve a dar volantazo a la derecha y enfila la salida del puto Puerto Lumbreras…NOOOOOOOO!!!!! Ya no era agobio ni mosqueo. Eran ganas de estamparnos ahí mismo en el monte. Locurón. Más y más calor. La gente se revuelve, cabezazos en los asientos. Llamada al Presidente Romero, que es hincha antes que presidente. Flipaba. Obviamente no nos podían esperar más y se marchaban para el campo. Otra vez subiendo el puerto, otros 30 km para atrás, otra hora perdida. El día de la marmota. Ya dudábamos de llegar al partido. Los que habían dormido creían que era una pesadilla. El desquicie de los gaupaseros era notable.

Aparece otra vez nuestra señal Águilas 30 km. Bifurcación, cuidado, ay ama…¡seguir autovía! Y el desvío al intimidante Puerto Lumbreras. Todo el bus: REC-TO!!, REC-TO!!, REC-TO!! Y no coge el desvío. Estalla el autobús. Gritos, la peña se abraza, vi gente llorar…parecía que había marcado el Baraka. Vaaaaamosssss!!!!!!

Todo lo demás salió perfecto. Aparcamos en el campo, salimos de la tartana con las piernas aún temblando y degustamos ahí mismo unos aperitivos de bienvenida que calmaron los ánimos en buena medida. Nos reunimos con los gualdinegros que andaban disfrutando del finde murciano y al partido.

Ni el ambiente decididamente hostil que reinaba en El Rubial ni la aplastante temperatura del mediodía que no era ni medio normal (tal vez allí sí) nos molestaba ya demasiado después de lo acontecido y la trascendencia del partido se impuso a cualquier tema extradeportivo. Su gol. El gol de Garrido. Los 20 min. de sufrimiento eterno. El final, el ascenso celebrado en el terreno de juego, la fiesta con la plantilla mas tarde en el famoso bar de La Hoya quedarán grabados en la historia del club. La vuelta fue tranquila, aunque nos hubiera dado igual perdernos por ahí, ese día fue de gloria. Y menos mal. Porque si no subimos la desventura del Puerto Lumbreras no daba para éste relato alegre y dicharachero sino para otro menos amable y necesariamente olvidable. El ascenso lo convierte en un mal necesario, un vía crucis, un camino de redención, una bonita historia. El plácido recuerdo que me pidió Unai dibujándome una sonrisa que me invadió toda la cara, como en todas y tantas veces que lo cuento desde entonces.

El gol de Garrido

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El gol de Garrido para el Barakaldo C.F. y la locura de la afición gualdinegra

Recibimiento a la plantilla en La Hoya (Murcia).

Una viñeta de David Palma para Histórico Barakaldo C.F.

LA MANO DE TXEMI

Campo de El Rubial 24 de Junio de 2012. Quedan 5 minutos para acabar la temporada y el Baraka está a punto de ascender. El Águilas presiona y en una falta lateral cerca del área lanza un tiro envenenado a media altura, la peinan y cuando el balón salva la defensa y está a punto de entrar emerge la colosal figura de Txemi Talledo surcando los aires y en un escorzo imposible saca la pelota prácticamente de dentro. Fueron 2 o 3 segundos donde se paró el tiempo y casi algún corazón.
Siempre será recordada como «La mano de Txemi».

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La parada de Txemi y el ascenso del Barakaldo

PLANTILLA BARAKALDO C.F. 2011-12

La plantilla del ascenso de la Temp. 20011/12. Son historia los Joseba Ariño, Jon Ander Garrido, Txemi Talledo, Eneko Rubio, Gorka Eraña, Imanol Mentxaka, Borja Basagoiti, Andoitz Galdos, Julen Goñi, Imanol Etxabe, Alberto Delgado, Eriz Goiria, Jon Martín, Carlos Nazabal, Joseba Sampedro «Pino», Ivan Espinosa, David Camino, Txutxi Sánchez…entrenados por Iñaki Zurimendi.

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